Antes de comenzar a hacer un relato descriptivo con apenas ínfimos detalles de este enero veraniego; aclaro que por supuesto mis ganas de volver son absolutamente nulas al lado de mis ganas de quedarme para siempre escuchando el sonido de las olas y el viento [sucundún sucundún], tomando sol y leyendo en la galería, el olorcito del café por la mañana, y el asadito por la noche. En estas últimas semanas aceleré en quinta mi nivel de cursilería, así que no vayan a asustarse. Me era imposible intentar de concentrarme para leer la saga de Crepúsculo, mientras tenía semejante ser humano delante mio; entonces, me divertía leyendo párrafos mezclados mientras lo espiaba por entre los bordes del libro. Obviamente no fue el único implicado en la categoría de enamoramientos veraniegos temporales, pero tendría que extenderme demasiado y lo que menos quiero es aburrir con mis comentarios inoportunos de surfers y deportistas al 100%. Todavía me acuerdo cuando estaba a fines de año y decía: "Ojalá fuera enero la pucha". Enero pasó volando, y con él, los lindos días que me senté bajo el sol, sintiendo el sabor del mar que queda impregnado hasta en la ropa. pero es como todo: Nada es para siempre. Me queda un poquito más de una semana, terminó enero, pero nadie me saca las salidas con amigas, los reencuentros, las muchas fotografías que tengo guardadas y mis libros. Todos los años digo lo mismo: Fueron las mejores vacaciones. Pero me di cuenta, que cada una es distinta a la otra, dejan otros recuerdos y otras vivencias. Prefiero decir entonces, que las disfruté muchísimo y que me encantaron, pero que espero seguir teniendo muchas más así, o mejores aún. (Igual todavía no terminaron, me quedan un par de días, bastantes diría yo, para disfrutar al máximo los placeres que la costa atlántica me ofrece, me queda llegar, el gran recuentro con mis amigos, las juntadas y por último, Neuquén. Me queda mucho más para relatar sobre mis vacaciones, que no decaiga).
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